Entre el pájaro y el andén

La oportunidad se filtra precisa
entre todas las posibilidades.

La intuición escala la montaña
de las manos que temen el mapa.

Las semillas de tu pasado visionario
son luces de un bosque desconocido.

Las dos caras de la realidad,
se abren con la misma llave.
La muerte juega a seducirte
escondiéndote a sus amantes.

Cruces en la luna,
sombras en las tumbas.

Son pozos sin fondo
las deudas del tiempo.

Hoy el guardián del pasado
no intimida a sus lágrimas.

Una marioneta abandonada
sueña ser duelo de un niño.

Suspiran los recuerdos
de una mirada cansada.

El niño imagina ser puerta
de sus laberintos perdidos.

El testigo invisible de tus secretos
es el fiel escritor de tu inconsciente.

Tu inocente imperfección desafía
el rigor de tus sueños perfectos.

En tu mayor instante de silencio
soy todo lo que no sabes olvidar.

En la simplicidad de lo complejo
asoman los accidentes de la verdad.

En los laberintos de tu juego
sin saberlo yo dirijo el compás.

El corazón rescató el recuerdo
de un momento inalcanzable.

Pintó con valentía los más ocultos
secretos que ella no quería saber.

Firmamos con alas en papel mojado
reencontrarnos una segunda vez.

Hoy el fuego consume una imagen.
Se deshacen las tramas de un ADN.

Se reordenan las memorias posibles
en un adiós sin materia ni tiempo.

Se retiran ordenados los maestros,
que sustentan este posible momento.

Amándote respeto en silencio
los ciclos de la conciencia.

El primogénito azul imperturbable
hoy vuelve a ser niño violeta.

¿Papá, qué es el amor?

El sol alimenta con luz la madre tierra.
El viento impulsa las tormentas al desierto.
El mar sostiene a las grandes criaturas.
El árbol confía sus semillas a la tierra.
El fuego renueva el paso de la muerte.

- Hija, el amor es invisible, aún así, no lo son sus actos.
- Gracias papá, necesitaba tu abrazo.

Me despido del saber,
del despertar del sueño.

Las ideas naufragan
en el océano de silencio.

El eterno sol funde
el dorado en blanco.

La geometría ordena
el sonido perfecto.

La conciencia se enciende
al reino divino.

No hay párpados en los ojos del vacío.

Se acerca sinuosa la sombra para firmar con su pluma de plata. Vieja doncella de llaves de los mil palacios que andas a oscuras entre sombras de velas y ventanas nocturnas...

Espejismo desnudo en el pensamiento,
aliento que empañas el cielo.

Danzando a caballo en medio del fuego
embriagas la sangre con dulce perfume.

En una tormenta de zafiros y estrellas
esperas con ojos blancos la luz del gemido.

Y así ciega empuñas firme la lanza
como néctar que sublimas en miel.

Oro para tus caprichosas memorias
de un deseo sin raíces ni llamas.

Desciendo del cielo para ser nieve y cascada. Para crecer frente al invierno, hacer nacer lo imposible en el desierto, abrirme frente a toda duda. Entrego la fuerza de todo lo que es aquí y ahora para que sea purificado con la llama del sol, la tierra y el agua en cada viento que inspiras y exhalas. Desde la más profunda galaxia veo todos tus gestos, sentimientos y pensamientos: hijo de la tierra.

¿En nombre de quién hablas?

El reflejo blanco del cisne
bucea entre el barro profundo.

El aleteo del colibrí
riza el viento en tormenta.

La sombra del salto de un niño
se une a una mancha de nubes.

La fuerza de una cascada
moldea el eco de la montaña.

Hoy los corazones de loto
protegen el olvido del lodo.

Las lágrimas de sal rompen en fractales
el cian de la nebulosa de tus ojos.

En el caleidoscopio de los sueños
danzas invisible con mirada despierta.

Asombrado en el espejo del cielo,
abres un Géiser a lo desconocido.

Hoy se reúnen intensas las luminosas semillas
en la fertilidad oscura de la ignorancia.

El firmamento compasivo de raudal materno
acomoda el orden oculto de la inconsciencia.

El presente fusiona con esferas de tiempo
las dimensiones de un único instante.

Hoy la vida en un acto de intensidad
te sorprende amando sin avisar.